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El Silencio de las Invisibles: Ensayo sobre el Dolor que Han Soportado las Mujeres en sus Relaciones

Durante siglos, las mujeres han sido testigos y víctimas de una violencia que no siempre deja marcas visibles. Muchas han soportado (en nombre del amor, de los hijos, de la religión, del “qué dirán”) situaciones profundamente destructivas: engaños, golpes, humillaciones, traiciones, y violencias de todo tipo que se camuflan en la rutina. Pero el mayor peso que han cargado no ha sido solo el dolor vivido, sino el silencio impuesto, ese que encierra la vergüenza, el miedo, la culpa y la creencia de que “así toca”.


Este artículo busca rendir homenaje a muchas mujeres y a mi misma, que sin tener conciencia plena pero sí con un acuerdo álmico, decidí revivir las historias de mi linaje para poder entenderlas y trascenderlas. A las que callaron, a las que sobrevivieron, a las que ya no están. A las que se rompieron por dentro intentando mantener un hogar. A las que resistieron lo que nunca debió ser resistido.


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La raíz del silencio: ¿por qué se soporta lo insoportable?

 

La historia de la mujer ha sido, en gran parte, una historia de aguante. El patriarcado (como estructura cultural, religiosa y económica) ha legitimado por siglos la idea de que una mujer buena es la que “soporta”, la que “perdona”, la que “comprende”. Se le ha enseñado a sacrificar su bienestar por los demás, a medir su valor por su capacidad de entrega, y a esconder sus heridas para no incomodar a nadie.


La violencia no siempre comienza con un golpe. A veces empieza con una crítica, con un control sutil, con una infidelidad justificada. Las mujeres aprenden a tolerar pequeñas faltas que luego crecen. Se les educa en la negación de su intuición, en la idealización del amor romántico y en la creencia de que quien las hiere puede cambiar si ellas se esfuerzan lo suficiente.

 

Las Cifras que gritan: lo que viven millones en silencio


Las estadísticas revelan una verdad incómoda: este dolor no es una excepción, es una regla silenciada. La Organización Mundial de la Salud estima que una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia física o sexual por parte de su pareja. En América Latina, esta cifra no mejora: según datos de la CEPAL, más de 4.400 mujeres fueron víctimas de feminicidio en 2021, y se estima que cada dos horas una mujer es asesinada por razones de género.


En Colombia, los números reflejan una realidad devastadora:

  • 41 % de las mujeres han sido víctimas de algún tipo de violencia por parte de sus parejas.

  • 32 % han sufrido violencia física.

  • 31 % violencia económica.

  • Casi 60 % han experimentado violencia emocional y control excesivo.


Pero lo más alarmante es que la mayoría de estos casos no se denuncian. El miedo, la dependencia económica, el juicio social y la falta de protección institucional hacen que muchas mujeres sigan viviendo con su agresor.


Algunas formas del dolor: infidelidades, golpes y humillaciones

 

1. El engaño como traición emocional

 

Para muchas mujeres, el engaño no solo es una falta moral, es una forma de violencia. Ser traicionadas emocionalmente por quien dijeron amar las deja con una herida profunda, muchas veces invisible, pero no menos destructiva. La infidelidad reiterada va de la mano con el desprecio, con la pérdida de confianza, y con un juego psicológico donde la víctima termina sintiéndose culpable por no ser “suficiente”.

 

2. Los golpes que destruyen el alma

 

La violencia física es una de las más visibles, pero también una de las más negadas. Muchas mujeres golpeadas callamos. Ocultamos moretones con maquillaje. Inventamos excusas para justificar lo injustificable. Algunas lo hicimos por miedo; otras, porque ya no tienen a dónde ir. En países como Colombia, se reporta un caso de violencia intrafamiliar cada media hora solo en Bogotá. Y eso es apenas la punta del iceberg.

 

3. La humillación diaria: violencia emocional

 

Hay heridas que no se ven, pero que se sienten todos los días. La violencia emocional es una de las formas más comunes y menos reconocidas. Insultos, desprecios, control financiero, gaslighting, celos extremos, aislamiento de la familia o los amigos… Muchas mujeres viven dentro de una jaula sin barrotes, una cárcel emocional donde su autoestima se va desmoronando poco a poco.

 

La cultura del aguante: psicología colectiva que normaliza

 

Más allá del agresor, hay un sistema que perpetúa este dolor. Un Estado que no protege, una policía que no cree, una justicia que revictimiza. Una sociedad que juzga a la que se va y aplaude a la que “aguanta”. Desde la escuela hasta la iglesia, desde los medios hasta los consultorios, muchas veces se refuerza el mensaje: mejor callar, mejor quedarse, mejor no exagerar.


Y mientras tanto, muchas mujeres mueren en vida. O literalmente.

 

El precio del silencio, se paga con: salud mental, identidad y cuerpo


Las mujeres que viven bajo violencia o hemos sufrido no solo físicamente, sino a nivel de salud mental, tenemos una alta probabilidad de desarrollar: trastornos de ansiedad, depresión, trastorno de estrés postraumático, ideaciones suicidas, insomnio, somatizaciones. Vivimos con miedo, con culpa, con la sensación de que nuestro dolor no importa.

 

Peor aún: muchas llegan a creer que merecen ese maltrato. Que algo hicieron mal. Que si fueran más bonitas, más tranquilas, más “mujeres”, él no las traicionaría ni las golpearía. Este pensamiento es, en sí mismo, una herida producida por el sistema.


El despertar: cuando el silencio se convierte en voz


Aun así, muchas mujeres logramos salir. Algunas, después de años de sufrimiento. Otras, cuando están al borde de la muerte. Algunas nunca lo logran, y sus nombres se suman a la lista de las que ya no están. Pero cada mujer que rompe el silencio es una llama que ilumina el camino de otra.


Yo más que nadie puedo decirles que hablar es difícil. Denunciar es peligroso. Pero lo que sí sé, es que también es el primer paso hacia la libertad. Por eso, este artículo también es una invitación a escuchar sin juzgar, a creer sin dudar y a acompañar sin imponer.

 

Y quiero que te quedes con algo, soportar no es amar. Callar no es ser fuerte. Perdonar lo imperdonable no es virtud, es consecuencia de un sistema que ha obligado a las mujeres a cargar con dolores que no les pertenecen.


Este artículo nace del dolor, pero también de la esperanza. Porque aunque hemos sido muchas las que hemos llorado en silencio, cada vez somos más las que decidimos hablar. Las que ya no justificamos, las que rompemos cadenas, las que entendemos que el amor no duele.


A las que han soportado todo esto: no están solas. Nunca lo estuvieron. Y nunca más deben estarlo. Por eso te invito a que te unas a nuestro grupo de whatsapp para mujeres, donde podrás contar tu historia si lo deseas o sentirte acompañada en tu proceso.


Autora: Lina Moreno

 

 

 
 
 

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