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El Perdón: Un Camino Hacia la Libertad Emocional

Cómo empezar a perdonar para soltar el peso que no queremos seguir cargando.


El perdón no es un acto que ocurre de la noche a la mañana. No es una frase automática ni una obligación moral vacía. Es un proceso profundo, a veces lento y doloroso, pero siempre transformador. Perdonar no significa olvidar, justificar ni negar lo que nos hizo daño. Significa, simplemente, elegir no seguir cargando con ese dolor todos los días.


Muchas veces, nos aferramos al resentimiento como si fuera una forma de protegernos. Pero lo que no siempre vemos es que esa herida que no soltamos sigue abierta, sangrando en silencio, y pesando en cada parte de nuestra vida emocional. El perdón, entonces, no es para la otra persona. Es para nosotros. Es una forma de liberarnos.


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¿Qué es realmente el perdón?


Perdonar no es condonar ni minimizar. Es reconocer el daño con honestidad, darle su lugar, procesarlo… y luego soltar la necesidad de que las cosas hayan sido diferentes. Es dejar de repetir internamente la historia una y otra vez como si así pudiéramos cambiarla. Es mirar hacia adelante sin que el pasado tire de nosotros a cada paso.


Hay quienes dicen: “No puedo perdonar porque me haría débil”. Pero el perdón no es debilidad: es coraje emocional. Requiere valentía aceptar lo que pasó, y aún así decidir no vivir con el corazón envenenado.


¿Por qué cuesta tanto perdonar? Perdonar puede ser difícil por varias razones:

  • Porque sentimos que al perdonar “liberamos” al otro de culpa.

  • Porque creemos que al soltar el enojo, le restamos importancia al dolor.

  • Porque aún no hemos sido escuchados ni comprendidos en lo que sentimos.

  • Porque el dolor fue tan grande, que tocarlo da miedo.


Sin embargo, seguir cargando el rencor nos mantiene atados al hecho doloroso. Es como cargar una mochila llena de piedras: no cambia lo que pasó, pero sí hace mucho más difícil seguir caminando.


¿Cómo empezar a trabajar el perdón?


Aquí no hay atajos ni fórmulas mágicas. Pero sí hay caminos. El perdón es una decisión, sí, pero también un proceso emocional que necesita tiempo, espacio y voluntad. Aquí algunos pasos clave para empezar:


1.     Reconoce el dolor sin minimizarlo

Permítete sentir lo que necesitas sentir. Nombrar la herida es el primer paso para dejar de ignorarla. A veces la rabia, la tristeza o la decepción necesitan ser expresadas antes de poder liberarse.


2. Entiende que perdonar no significa reconciliarte

Puedes perdonar sin retomar vínculos. El perdón no depende del otro ni de su arrepentimiento. Se trata de soltar para ti, no de restaurar relaciones forzadas.


3. Reflexiona sobre qué te sigue atando

¿Es el deseo de justicia? ¿De que te pidan perdón? ¿De que alguien reconozca tu dolor? A veces, ver qué parte de la historia seguimos esperando cambiar, nos ayuda a entender por qué no soltamos.


4. Habla o escribe lo que te duele

El acto de poner en palabras tu historia ayuda a tomar distancia. Escribir una carta que nunca enviarás puede ser sanador. No para el otro, sino para ti.


5. Prueba visualizar la liberación

Imaginarte soltando el rencor como si dejaras caer una piedra al agua o quemaras una carta puede ayudarte a darle forma simbólica a tu decisión de sanar.


6. Si lo necesitas, busca acompañamiento

Terapia, círculos de perdón o espacios de crecimiento personal pueden facilitar este proceso. No siempre podemos hacerlo solos, y eso también es válido.


¿Y si el perdón es hacia uno mismo? A veces, la persona más difícil de perdonar… somos nosotros mismos. Por decisiones del pasado, por no habernos cuidado más, por habernos equivocado. Pero también ahí aplica lo mismo: ya no podemos cambiar lo que fue, pero sí podemos liberarnos de la condena interior.


Perdonarte no es borrarte la responsabilidad, es dejar de castigarte por algo que ya entendiste. Es permitirte ser humano.


Y si, perdonar no borra el pasado, pero cambia profundamente cómo vivimos el presente. No se trata de negar el dolor, sino de liberarnos de su control. Se trata de decir: “Esto me dolió. Me marcó. Pero ya no quiero que me pese más”.


Cada pequeño acto de perdón —aunque sea incompleto, torpe o incierto— es un paso hacia una vida más liviana, más presente y más nuestra.


Perdonar no es soltar al otro. Es soltar la parte de ti que ya no quiere seguir prisionera del dolor.


Autora: Lina Moreno

 

 
 
 

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