Cuando amar a mi madre me impide amarme a mí
- linammq
- 25 jul
- 4 Min. de lectura
Cómo liberarse de la manipulación emocional y elegir mi vida sin culpa

Muchas mujeres tenemos una sensación de estar en deuda con nuestras madres y no sabemos hasta dónde es conveniente seguir sus exigencias sin perdernos a nosotras misma. Es un amor que pesa. Uno que no se nota a simple vista, porque viene disfrazado de frases tiernas, preocupaciones constantes y palabras que suenan a cariño… pero que, cuando se repiten, se sienten como cadenas. Es el amor que no nos deja ir. El que se convierte en control, en chantaje sutil, en culpa disfrazada de necesidad. Ese amor lo conozco. Y se ve así:
“¿Cuándo vuelves?”, “Te extraño mucho”, “Estoy sola”, “Me toca mirar quien me acompaña, porque tu no puedes” “A otros si los acompañan sus hijos”...
Esas frases, dichas una y otra vez cuando decido moverme, viajar, cambiar, vivir… me han ido encogiendo por dentro. Porque no suenan agresivas, no son gritos ni insultos. Son suaves. Son dulces. Pero al mismo tiempo, son una jaula invisible que me atrapa emocionalmente.
Cada vez que intento hacer mi vida, aparece la misma narrativa:
“Yo aquí sola, sin nadie que me acompañe.”
“Tú te vas y no te importa cómo estoy.”
“No me gusta que hagas eso, no estoy de acuerdo.”
“Nadie me cuida como tú. Nadie me quiere.”
Y ahí estoy yo: dejando de disfrutar, sintiéndome culpable por ser libre, dudando de cada decisión, con el corazón dividido entre mi deseo de vivir… y su necesidad de tenerme cerca.
¿Eso es amor?
Sí, pero no un amor sano. Es un amor basado en la dependencia, la inseguridad y el miedo.
Es un vínculo que no reconoce límites. Que cree que tener una hija es tener una compañía garantizada de por vida.
Y la verdad es esta:
No somos responsables de llenar los vacíos emocionales de nuestros padres.
No vinimos al mundo a ser sus salvavidas, ni sus terapeutas, ni sus bastones emocionales.
El rol de hija no implica sacrificarse.
Implica amar, sí… pero desde un lugar libre. No desde la culpa ni el deber.
La manipulación emocional: cómo opera
La manipulación no siempre es intencional. Muchas madres repiten lo que vivieron. Pero eso no la hace menos real ni menos dolorosa.
Suele manifestarse así:
Victimización constante: siempre está sola, nadie la entiende, tú eres “todo lo que tiene”.
Control sutil: quiere saber todo lo que haces, dónde estás, con quién, para opinar o corregir.
Culpa proyectada: si tú haces tu vida, ella “sufre”.
Resistencia al cambio: se molesta si no haces lo que ella considera correcto.
Y tú, sin darte cuenta, empiezas a dejar de vivir. A reducirte. A quedarte.
Liberarse no es dejar de amar
Aquí viene lo más difícil de entender: Liberarte no significa dejar de amar a tu madre. Significa empezar a amarte a ti también.
Es reconocer que ya eres adulta. Que no necesitas aprobación para vivir. Que puedes cuidar sin cargar. Estar presente sin absorber. Amar sin anularte.
Tu madre tiene derecho a sentirse sola, pero no es tu deber solucionarle la vida.
¿Cómo empiezo a liberarme?
Aquí algunas claves esenciales para empezar este proceso:
1. Reconoce que esto te duele
Lo primero es validar tu experiencia. Esto no es exageración ni “ser mala hija”.
Es real. Te limita. Te frustra. Te impide avanzar.
Ponle nombre: manipulación emocional. Así podrás dejar de justificarla.
2. Pon límites con amor pero firmeza
Ejemplos:
“Mamá, entiendo que me extrañes, pero necesito este tiempo para mí.”
“No te voy a contar cada detalle de mi día. Estoy bien, y eso es suficiente.”
“No voy a decidir mi vida en función de si te parece bien o no. Confío en mis decisiones.”
No es ser fría. Es ser clara. La claridad también es amor.
3. Devuélvele lo que no es tuyo
Cada vez que te diga: “Estoy sola, tú deberías estar aquí”, respóndete internamente:
“Esa emoción es suya. No tengo que cargarla. Yo tengo derecho a vivir.”
Puedes incluso hacer un pequeño ritual: escribir lo que te está proyectando y luego romper o quemar el papel. Devuelve lo que no te corresponde.
4. Trabaja el miedo a decepcionarla
Pregúntate:
¿Qué pasaría si no cumplo sus expectativas?
¿Quién sería yo si me libero de su mirada?
¿Qué parte de mí aún busca su aprobación?
Y recuerda: Decepcionarla no es fallarle. Es elegirte.
5. Rodéate de apoyo emocional
Este tipo de procesos pueden remover emociones fuertes.
Habla con una terapeuta, con amigas que estén en un proceso similar, o escribe un diario donde descargues lo que sientes sin censura.
Así que, elegirte no es traición
Es muy probable que ella nunca entienda del todo tu necesidad de independencia. Y está bien.
No necesitas su permiso para vivir. Solo el tuyo. Tú no estás aquí para cargar con lo que ella no resolvió. Estás aquí para honrarte, para crecer, para amar sin cadenas. Liberarte de esa dinámica no significa abandonar a tu madre. Significa dejar de abandonarte a ti.
Autora: Lina Moreno







Comentarios