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Cuando tus propias palabras se vuelven en tu contra:

La manipulación verbal que nadie te enseña a detectar.


Autora: Lina Moreno

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Hay un tipo de manipulación que no grita, no empuja, no insulta. No llega con violencia visible ni con frases hirientes evidentes. Es más sutil, más sigilosa… y por eso, más peligrosa.

 

Se trata de cuando alguien toma tus palabras, tus ideas, tus reflexiones más íntimas y las recicla para usarlas en tu contra.

 

Me pasó. Y no lo vi venir.

 

Yo hablaba desde mi verdad. Desde ese lugar al que llegamos las mujeres cuando estamos emocionalmente agotadas: cuando el alma nos pide paz, cuando por fin ponemos palabras a lo que venimos callando.


Hablaba de “mi paz mental”. De las “idas y vueltas que desgastan”. De querer cerrar ciclos. De no querer seguir repitiendo historias.

 

Y entonces él… me respondió con mis propias palabras.

En otro contexto, podría parecer empatía. Pero no lo era.

 

No estaba haciéndome espejo desde el amor, sino usando mi propio lenguaje emocional para girar la conversación a su favor, como si lo que yo expresaba legítimamente, ahora también le perteneciera a él, en la misma medida, con el mismo peso, con la misma autoridad. Pero no era así.


Porque él no vivía las consecuencias de esa historia como yo. Porque él no se desvelaba entre dudas ni aguantaba la toxicidad emocional en silencio. Porque él no sangraba por dentro cada vez que volvía a mí como si nada, después de haberse ido por “su paz”.

 

No era un intercambio. Era una usurpación emocional.

 

Y sabías que eso que hacen muchos manipuladores emocionales: captar tus palabras, tus procesos, tus límites, y reproducirlos como si fueran suyos. Y lo hacen con tanta destreza que, por un segundo, dudas. Crees que quizá él también está entendiendo. Que quizá ya “están en la misma sintonía”.

 

Pero no.

No está repitiendo tus palabras porque las sienta.

Las repite para desactivarte.

Para desestabilizarte.

Para que no sepas si sigues teniendo razón, o si ahora él también la tiene.

 

Es una forma disfrazada de control.


Un gaslighting que no niega lo que dijiste, sino que lo copia, lo imita, y lo mete en su narrativa, para que te pierdas otra vez en ese laberinto donde tú misma dejas de confiar en tu claridad. Aprendí que cuando alguien usa tu lenguaje emocional sin haberse hecho cargo de lo que provocó en ti, no está reflexionando: está manipulando.

 

Porque la verdadera empatía no se imita. Se siente. Se demuestra.

Y la claridad emocional no se recicla: se respeta.

 

Hoy reconozco ese patrón.

Y si tú lo viviste también, te invito a no dudar de ti.

Tus palabras eran válidas. Tu dolor era real. Tu necesidad de paz era legítima.

 

No estabas equivocada. Solo estabas siendo escuchada por alguien que no sabía, ni quería, comprenderte.


Cuéntame en comentarios si has tenido alguna experiencia parecida y trabajemos juntos en la sanación de las heridas.

 

 
 
 

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